8 de Abril de 2016
Ya nada es íntimo. Todos aquellos diarios que
devoraba hace años, ahora devienen fracasos, inutilidades oscuras, que se
acrecientan cuando el que los escribe no es nadie, ni es nada, como aquel
Cíclope buscando una voz y que al final era un engaño gestado por un héroe
homérico llamado Ulises, héroe de tiempos que ya hoy no son posibles.
Nadie en su sano juicio, coge un cuaderno y
un bolígrafo a lo largo del día para escribir lo que pasa o no pasa. El
cansancio de la mano haría imposible este esfuerzo, acomodado uno al ordenador.
No solamente esta dimensión física, sino igualmente el guardarlo y esperar
pacientemente a que nos sorprenda la muerte y que alguien piadoso lo lea y nos
juzgue, porque de publicarlo, a no ser que uno lo pague, pues queda muy lejos.
Hace años dedicaba parte de mi vida a este
esfuerzo y contemplo con admiración las decenas de cuadernos escritos de
cualquier manera y como me explayaba en todo tipo de lamentaciones, cosmogonías
varias, con un acendrado sentido dramático, buscando redenciones, ya
periclitadas y sobre todo, iluso, creyendo en que mi salvación se podía
conseguir con un texto bien redactado y una historia atrayente.
Ahora todo eso reposa en una casa vacía, sin
habitar, en pleno centro de Santa Cruz de Tenerife, con los restos del
naufragio de una vida anterior, ya lejana, anidada en una nostalgia enfermiza,
pero al mismo tiempo complaciente.
Debo dejarlo atrás, en todos los sentidos.
Ahora con el ordenador y la posibilidad de subirlo a la red, todo ha cambiado.
Un diario que se convierte en una exposición impúdica de uno y que puede leer
cualquiera, es todo un reto, toda una osadía. La pena es que como todos los
proyectos que uno hace y concibe, comienzan con brío, para luego apagarse y
enterrarlos sin ceremonia alguna que valga la pena, para desconcierto propio,
pero sobre todo ajeno.
Pero hay que intentarlo. Esta vez nada de
experiencias íntimas, nada de soliloquios, de llamadas al sentido, de retos
divinos. Contar lo que uno vive como un periodista fuera del sistema, entendido
éste como aquellos medios tradicionales que se desarrollan en la isla en la que
me ha tocado vivir, metido de lleno en la experiencia digital y ciertas
incursiones en radios y televisiones. A ver si merece la pena.
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