4 de Mayo de 2016
Triste es ver cumplido tus propias profecías,
que más que eso, son certeros diagnósticos de lo que puedes o no puedes hacer.
Ya en las últimas entradas de este diario tan poco íntimo afirmabas que de una
a otra habrían grandes espacios de tiempos, como si la vida no fluyese o no
pasara nada, aunque visto lo visto, la vida de un periodista de provincias,
irradiado y en la heterodoxia más absoluta carece del más mínimo interés.
Sin embargo todo heterodoxo, radical, exiliado
o mandado a galeras siente una pérfida y secreta fascinación por lo
convencional, por ser como aquellos a los que desprecia y sobre todo, estar
sentado en los más dulces tronos de la vulgar Inquisición, una manera de
nombrar a todos los triunfadores, a los que trabajan en diarios, radios, teles
y puestos públicos y que forman esa comunidad estable y cainita por definición,
que es la que pone o quita rey.
Vuelvo a lamentar la atonía que nos envuelve
a todos los que nos dedicamos al periodismo. No hay reflexión y la única
crónica de los medios nos las ofrece quien jamás será periodista, sino un
brillante comercial, al que la gracia de la escritura jamás lo visitó, pero que
es lo único que devoramos todos, ante la falta de lugares, plazas, asambleas
donde todos contemos o ocultemos, según convenga, los afanes de este perro
oficio.
Y es que el panorama es desolador, mires por
donde mires. No hay referencias ni maestros que tomen la iniciativa. Aquellas
brutales exigencias han desaparecido y las noticias ni están ni se les esperan.
Eso sí, mucha parafernalia superficial, mucha promoción y poco periodismo, poca
batalla con los poderes establecidos.
Estamos pegados a la actualidad inofensiva,
al escapar día a día. Cubrimos lo que se ve en la superficie, pero nos negamos
a meternos en las entrañas de esta isla. Vemos como algunos intentan hacerlo
con sabiduría y efectismo, pero al final, nada de lo que hacen ni ilusiona, ni
rompe nada, ni hace caer a nadie.
La fuerza de lo evidente, la fortaleza de los
hechos consumados. Eso es lo que prima en todas las portadas tinerfeñas. El
único estremecimiento que nos ha tenido a todos en vilo fueron los Papeles de
Panamá, pero aquí en esta tierra solamente han saltado los nombres de José
Manuel Soria, aunque fuera pieza de caza mayor y el doctor Eufemiano Fuentes.
De los supuestos 300 canarios malvados y evasores, nada de nada. Y lo decimos
con enorme tristeza.
El presidente del gobierno canario se ha
sentado con Susana Díaz. Curioso. Conociendo a Clavijo da la impresión que éste
ya ha dado por fenecido a Pedro Sánchez y que ahora el poder ha cambiado de
manos. El presidente lleva días realizando declaraciones desafortunadas y
metido en bucles incómodos que demuestran no su incapacidad, sino que está muy
mal asesorado. Muchos socialistas se sonríen. A lo mejor esta apuesta no le va
a salir bien, porque al actual secretario general todavía le queda mucha mecha
por arder.
Escribiendo sobre nuestro presidente me ha
entrado un hastío insondable. Y me he puesto mustio. Nada de entusiasmo, de
alegría. Paulino Rivero a pesar de su rostro tenso, era más humano, menos
máscara que el actual presidente y si conocías sus aventuras privadas, pues más
humano, demasiado humano. Desconfía de aquel que carece de vicios, porque su
fanatismo es mayor, su entrega a lo público, enfermiza y su única religión el
poder. Y esa patología ya se ha cobrado algunas piezas de este gobierno que nos
ha tocado en gracia. Estamos en tiempos de cólera divina, de inquisidores sin
dobleces, sin fascinaciones ocultas. Nada separa a Clavijo de los calvinistas
resucitados como dirigentes de Podemos, bueno, todos, menos el Maceta y el
sindicalista avispado. Menudas piezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario